Rebeldía del pueblo maya por la dependencia colonial / Ensayo por Emma Chirix

Por Emma Delfina Chirix García, maya-Kaqchikel, originaria de Chixot, Guatemala. Es socióloga/antropóloga, docente, investigadora, consultora independiente. Autora de tres libros y varios artículos. Sus temas de interés son: masculinidad indígena, sexualidad, colonización de los cuerpos y mentes de las mujeres mayas, racismo y patriarcados.

«Quiero agradecer a Ofelia Chirix García, Berta Chirix García, Juan Tiney Ixbalán, Juan Antonio Isaías Tiney Chirix y Ajpub Balam Tiney Chirix por la riqueza de sus comentarios y observaciones. A Yolanda Aguilar por la edición del documento y a Divergencia Colectiva por difundir el ensayo.»

 

Introducción:

Analizar y tomar consciencia del “bicentenario” debiera de implicar la visibilización con hechos reales de la llegada de los invasores y la permanencia de sus descendientes; además de la implantación de un sistema colonial y la aplicación de estrategias y mecanismos.  No se puede hablar de 200 años de “libertad” cuando el origen no significó la libertad para los pueblos. Y finalmente, el objetivo de este ensayo es cuestionar y desafiar el poder colonial desde la escritura occidental, la independencia blanca, la creación de las milicias y finalmente reconocer y valorar la rebeldía del pueblo maya para construir saberes y prácticas de emancipación.

 

El poder colonial desde la escritura occidental

El sistema colonial se impuso a través de estrategias y mecanismos coloniales. Uno de los pilares que justifico la dominación fue la escritura occidental.

Los invasores occidentales (genocidas, observadores, delegados de la iglesia) reescribieron la historia occidental  de la invasión, la guerra, la ocupación y el poder colonial, el genocidio, el saqueo de tierra, la civilización y cristianización, a través de la descripción y narración occidental para ajustarlos a los intereses coloniales.

La invasión no significó pacificación, los invasores no trajeron la luz, ni la paz, y menos el desarrollo como lo plantean algunos, impusieron la oscuridad a través de un sistema económico, político, cultural que se desprende de la guerra de ocupación. (Mbembe 2016, p. 30), y posteriormente la contrainsurgencia. La estrategia de guerra ya había sido experimentada durante varios años en Europa, antes de la colonización del sur global. Luego, el desarrollo industrial de Europa se logró por la explotación física y mental de pueblos africanos, del pueblo nativo americano y los pueblos de Abya Yala.

Los invasores occidentales blancos para implantar su poder, “ser el centro del hemisferio y los más civilizados del mundo”, tuvieron que someter, crear y aplicar una ideología racista y a través del concepto de la supremacía blanca para afinar o complementar la explotación, a lo que ellos llamaron, razas de color. Este requisito ideológico, político y económico fue útil para violentar y explotar los cuerpos, las mentes de los territorios colonizados.

Achille Mbembe describe y caracteriza el pensamiento occidental:

“Occidente había inventado un derecho de gentes, del mismo modo que llegó a constituir una sociedad civil de naciones entendida como espacio público de reciprocidad jurídica. Occidente por si sólo vino a promover una idea de ser humano poseedor de derechos civiles y políticos capaz de desarrollar sus poderes privados y público como persona, como ciudadano perteneciente al género humano y, como tal, comprometido con todo lo humano propiamente dicho. Por sí mismo, codificó una gama de hábitos aceptados por diferentes pueblos que comprendían rituales diplomáticos, leyes de guerra, derechos de conquista, moral pública y buenas costumbres, así como técnicas de comercio, de religión y de gobierno” (Mbembe, pg. 41).

Los occidentales inventaron categorías de segregación e de inquisición hacia las razas de color, tales como: “no son humanos”, “el indio”, “el bárbaro”, “el salvaje” “los haraganes”, “los idólatras”, “herejes”, “brujos” “atrasados”, “incivilizados” con el objetivo de generar, “exclusión, embrutecimiento y degradación” (Mbembe p. 33). A través de estas categorías cimentadas en la superioridad e inferioridad, se justificó el saqueo, la explotación, acumulación,  manipulación y tergiversación de los acontecimientos crueles.

Los historiadores coloniales, europeos y criollos, escribieron y narraron a su propia conveniencia para justificar la superioridad cultural a través de la inquisición y la servidumbre feudal. Algunos respondieron directamente a la corona, es decir, fueron narradores del imperio y otros, fueron narradores criollistas[1]. El invasor (Pedro de Alvarado), los cronistas, los religiosos y clérigos coloniales, escribieron e interpretaron la dominación como “pacificación” o como “misión civilizadora”. Durante la ocupación colonial aparecieron los regidores o corregidores de la corona, quienes a través de los informes orientaban la política colonial[2], o presentaban varios acontecimientos como auténticos y exactos. El discurso y la narrativa del invasor europeo y los criollistas se basaron en la descripción inventada, en la traducción inventada y tergiversada, en la anulación de acontecimientos, en la quema de documentos históricos y  sagrados, identificaron a los sobrevivientes como cosa y crearon la idea de que sus cuerpos eran útiles para hacer los trabajos forzosos y con el tiempo crearon una política para tributar.

Algunos cronistas, para borrar las crueldades escribieron descripciones convenientes o tomaron la decisión de erradicar hechos y múltiples acontecimientos de violencia. Grigulevich (1980) en su estudio sobre la Historia de la inquisición afirma que Diego de Landa aniquiló a miles de aborígenes de Yucatán y Guatemala acusados de herejía y agrega:

“hizo atormentar a 6,330 indios, varones y hembras, de los cuales 157 murieron por efecto de la tortura, y la mayoría de los restantes quedaron mutilados para el resto de su vida. El 12 de julio de 1562, el feroz provincial celebró en Mani un auto de fe solemne en presencia de dignatarios españoles y caciques indios. Aquel día se consumieron en las hogueras las últimas reliquias de la antigua cultura maya: manuscritos jeroglíficos, estatuas, vasos artísticos con imágenes. Muchos de los indios detenidos de ahorcaron en la cárcel antes del auto de fe” (Grigulevich 1980. p.265)

El objetivo de los cronistas y regidores era plasmar la objetividad inventada a través de la descripción e idealización del paisaje, para los inquisidores era “infundir miedo a los indios, hacerlos obedecer a los nuevos señores, los españoles, y a su Dios blanco “todopoderoso” (Grigulevich p. 265). El conocimiento se convirtió en terreno más reservado para los cronistas y frailes para responder a la corona y al compromiso de la iglesia colonial, de esta manera legitimaban una interpretación histórica acorde con sus “percepciones de la voluntad divina y el poder que Dios les otorgaba para invadir. Entre la voluntad divina, “la protección de los indios” y la recuperación de los tributarios para el rey, Bartolomé de las Casas describió el genocidio:

 “Primero destruyeron y despoblaron, comenzando los cristianos a tomar las mujeres e hijos a los indios para servirse e para usar mal dellos e comerles comidas que de sus sudores e trabajos salían” (Bartolomé de las Casas, Tratados p. 23)

Sobre las violaciones de los invasores describió:

“Entraban en los pueblos, ni dejaban niños ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban e hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza con ellas en las peñas…o les quemaban vivos”” (Bartolomé de las Casas, Tratados p. 26)

Tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano, enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a él y lo comían que si fuera un puerco”, más adelante agrega: “hicieron ley entre sí, que por un cristiano que los indios matasen habían los cristianos de matar cien indios”   (Bartolomé de las Casas, Tratados p. 27).

“Los españoles hacen en ellos grandes estragos y matanzas e tornase a Guatimala, donde edificaron una ciudad que agora con justo juicio, con tres diluvios juntamente, uno con agua e otro de tierra e otro de piedras más gruesas que diez y veinte bueyes, destruyó la justicia divina”… Más adelante agrega: “que cuando iba a hacer guerra a algunos pueblos o provincias, llevaba de los ya sojuzgados indios cuantos podía que hiciesen guerra a los otros e como les daba de comer a diez y a veinte mil hombres que llevaba, consentíales que comieses a los indios que tomaban. Y así había en su real solemnísima carnicería de carne humana, donde en su presencia se mataban los niños y asaban, y mataban el hombre por solas las manos y pies, que tenían por los mejores bocados” (Bartolomé de las Casas, Tratados p. 91).

Durante este primer holocausto la estrategia para someter a los sobrevivientes fue a través de la esclavitud. La causa de muerte y destrucción humana indígena fue por los “cristianos” como lo identifica Bartolomé de la Casas y agrega que fue por la insaciable codicia, ellos perseguían obtener oro.  Y para marcar su poder colonial utilizaron la muerte y la destrucción de los territorios para instaurar una estructura política y económica colonial y un discurso instalado que promovía por un lado, de humanidad y cristiandad, y en el otro, descuartizaron y mataron como animales a las y los ancestros mayas, entre niños, mujeres, ancianos, y a la realeza maya, pero los invasores continuaron con una monarquía con cultura de ocio. A través de la política de exterminio se construyó el modelo colonial, la civilización y humanización occidental.

El poder de la escritura de los invasores, de los criollos y posteriormente de algunos ladinos/mestizos han utilizado la ciencia occidental para justificar la destrucción humana, la folclorización, la asimilación, la ladinización, la cosificación de los cuerpos. Con actitud paternalista y tutelar idealizan el pasado de los mayas, expresan la muerte de los mayas y finalizan con la frase “el colapso de los mayas” y se convierten en expertos a través de la explotación cognitiva de los mayas y de metodologías extractivas.

Los escritores coloniales implementaron y demostraron la existencia de las razas, de cuerpos coloniales que sirvió para dividir, clasificar, jerarquizar y diferenciar. Los intelectuales de occidente han tenido el tiempo y los recursos para tergiversar, y anular la historia de los pueblos; la disposición de tiempo les permitió trabajar los prejuicios raciales para saquear, acumular y para distorsionar nuestras historias como mitologías, leyendas, ritos, tradiciones y costumbres. El pensamiento científico occidental para dominar a las otras culturas ha creado la idea de que son los más “avanzados” pero en realidad, este pensamiento no ha otorga vida para los pueblos, ni a la madre naturaleza, tan solo destruye y las expropia.

 

La independencia blanca se debe argumentar como dependencia colonial  

Retomo al sujeto invasor-colonizador porque sus descendientes continúan perpetuando la dominación en el país.  Las familias de españoles y criollos siempre han sido pocos pero han mantenido el poder y el control. Marta Elena Casaus, en su estudio analiza la formación y el desarrollo de estas redes familiares oligarcas. Actualmente estas grandes redes continúan conservando gran parte del poder político y económico y siguen constituyendo parte del bloque en el poder. (Marta Elena Casaus, 1995) Para mantener el poder y el control han cooptado al Estado, han utilizado la división, la confrontación, la traición entre pueblos, y a través de una estructura militar compuesta por las “tropas de indios” han defendido sus tierras, han participado en genocidios, han apagado las rebeliones, han implando la pobreza y el hambre de los pueblos.

En Guatemala las generaciones de herederos criollos no han cambiado la mentalidad colonial, no han sido gente de empuje, pero han sabido acumular experiencia y conocimientos para sostener y mantener el poder colonial. Han afinado las estrategias de acumulación y de superioridad. Y a través de la institucionalización de la esclavitud feudal y moderna, el trabajo forzoso, el régimen de servidumbre y de la corrupción, han vivido y se han mantenido a través de los impuestos de los pueblos que les facilita el Estado colonial.  Someter y naturalizar el estereotipo racial “de la innata holgazanería del indio” (Martínez Peláez, 1976, p. 254) prejuicio que perdura actualmente y no ha permitido la valoración de las prácticas económicas que realizan los pueblos mayas. Un problema social que no ha sido profundizado es el pensamiento y la actitud que sembraron los herederos colonizadores sobre la servidumbre y servilismo ladino y de algunos mayas. El Estado colonial se ha mantenido a través de diversas generaciones de funcionarios públicos, entre ellos: diputados, gobernadores, y algunos alcaldes. La creación del binomio indio-ladino, fue producto de los criollos para mantener la segregación racial y así evitar luchas conjuntas y la transformación del Estado colonial. La ocupación colonial se hizo a través de la implantación de instituciones coloniales, de la justicia colonial para cooptar las áreas como: fiscal, finanzas y las burocracias y para protegerse han utilizado el poder militar y policial.

La acumulación de la riqueza de los criollos se logró a través del trabajo del indio y de otros sectores sociales y actualmente se arrogan de ser capitalistas. Severo Martínez (1976) afirma que los criollos no eran gente de empuje, más adelante agrega “los criollos debieron adquirir los rasgos de carácter de una clase infatuada y haragana”, y para radicalizar su análisis escribió “El consumir sin producir, el disfrutar sin trabajar, el vivir como parásitos y aún despreciar a quienes les daban de comer” (p. 119). Casaus afirma que el núcleo oligárquico para defender sus intereses de clase, se apoyan de instituciones públicas o privadas a través de sus intelectuales orgánicos y para mantenerse en el poder “se debe a que se encuentran inmersos en la sociedad civil y sólo ocupan el Estado en momentos de crisis orgánica o vacío de poder” (Casaus, p. 268) en otras palabras, la servidumbre ladino/mestiza en su mayoría ha ocupado espacios de poder: “al menos 58 instancias del Estado en las que las cámaras tienen voto o voz”. (Rodríguez, p. 1, 2018)

¿Cuál es la razón de celebrar la independencia? Severo Martínez Peláez nos invita a cuestionar este acontecimiento. Según el autor, el análisis no debe quedar simplemente en la separación o ruptura con el poder imperial. El punto central que movilizó la independencia fue entre los intereses de los colonizadores y los de la corona. Para los criollos quedaba claro que no querían compartir más la riqueza ni la mano de obra con la corona española por esta razón crearon la idea de la independencia. Recordemos que “el propósito común era extraer el máximo de riqueza de la tierra a base del trabajo de los indígenas, y por eso se estorbaban” (Martínez Peláez p. 37), pero también, obtener las jugosas ganancias que dejaba el comercio de exportación. Los criollos no sólo querían privilegio, sino el poder económico y político del país, la nación se creó con este objetivo. La pugna entre los funcionarios reales y los criollos duró tres siglos, fueron “luchas y fricciones entre las distintas fracciones de una misma clase dominante por rivalidades en cuanto al uso o acceso al poder” (Pinto Soria, 1986, p. 19).  De manera contundente Matilde Gonzáles  señala que “la independencia no fue resultado de una guerra revolucionaria anticolonial porque los intereses no fueron anticoloniales, excluyó la participación de indígenas, y de los demás sectores de las provincias y no logró restablecer alianzas entre las oligarquías criollas y los sectores medios” (González-Izás, 2014, p. 69).

Los criollos no fueron partidarios de ningún tipo de cambios o transformaciones, más que aquellos que les convenían, siempre estuvieron lejos de la creación de un Estado de bienestar para los pueblos, esto se constata en las condiciones en que vive la mayoría de la población. Los criollos adquirieron experiencia en estrategias de ataque y defensa contra los españoles, y agudizaron sus mecanismos de coacción e inferioridad contra sectores y pueblos pobres. “El nuevo Estado independiente seguiría teniendo por fundamento el viejo status colonial y bajo la cobertura de leyes e instituciones supuestamente democráticas, él seguiría operando como factor decisivo en la base de los mecanismos de explotación y control político” (Pinto Soria p. 6) y  para mantener la idea de patrón y el criterio de propiedad. Con esta estructura de ideas, surgió el concepto de patria, de Estado y nación. Construyeron una patria colonial sostenida por desigualdades, racismo, corrupción e impunidad, fraude y exclusión.

Para que los españoles y criollos no perdieran el control económico y político se creó el centralismo es decir, esta política de departamentalización distribuyó a la población bajo términos económicos, políticos y raciales coloniales y visibilizó la segregación y la jerarquía de clase como fuente de desigualdad. El proceso histórico de la departamentalización tiene  origen económico. El país quedaba dividido en siete departamentos como se había establecido durante la colonia respondiendo a intereses de las élites económicas del país que se privilegiaron del pago de tributos y disposición de mano de obra forzada para la producción de alimentos y para la exportación del añil. (Taracena, p. 13). La jerarquía y la segregación racial sobre el espacio y la distribución territorial fue identificando con categorías coloniales, acentuando los binomios como: las provincias y la metrópoli, occidente y oriente, urbano y rural, y posteriormente nace la idea de “el interior del país” o “el interior de la república” que no tiene sentido antropológico, ni sociológico en la construcción de las identidades o de la nación y no representa la identidad de los pueblos.  La ciudad fue creada por los invasores como centro de dominación y disfrute para ellos y sus descendientes[3]. El enfoque de la centralización ha generado privilegios para pocas familias y pobreza para una mayoría.

El territorio maya fue dividido a intereses de los invasores y los colonizadores.  Antes de la invasión el pueblo maya era dueño de sus territorios pero lo fueron perdiendo por el saqueo, el genocidio, la esclavitud y por los diversos mecanismos de sujeción.

Los invasores y colonizadores a través del color de la piel cosificaron y violentaron los cuerpos del pueblo maya. Los cuerpos de los dominados fueron codificados e identificados como objetos y mercancías para servir al amo. Los cuerpos de color fueron tratados como bestias de carga y cuerpos para tributar. Los cuerpos cargaron personas y materiales, pero siempre narraron a sus descendentes la vida difícil que sufrieron. Sus cuerpos pertenecieron al invasor y posteriormente a sus descendientes. Parafraseando a Mbembe, fueron víctimas de un trato hostil, perdieron sus tierras, perdieron su nombre y su lengua; “continúan siendo sujetos activos, pese a que su vida y su trabajo pertenecen aquellos con quienes están condenados a vivir sin poder entablar relaciones humanas. (Mbembe. P. 27)

Una mayoría de cuerpos indígenas por generaciones han sido sometidos a trabajos forzosos y a una esclavitud moderna, por generaciones, sin posibilidad de pensar y vivir, les robaron el descanso, la dedicación de tiempo para ofrendar y celebrar la vida, para compartir, tiempo para llorar a sus muertos y la pérdida de sus tierras. Los invasores blancos[4] crearon la esclavitud generacional bajo los parámetros económicos, políticos y culturales del trabajo y del valor europeo. Los criollos idealizaron su pertenencia española y el modelo blanco-europeo. Enaltecieron al padre español y silenciaron la presencia de la madre indígena, que se la etiquetó como concubina y madre soltera. Negaron la ascendencia materna indígena y siempre valoraron a la “madre patria”.

La idea de nación libre soberana e independiente fue construir la patria de y para los criollos. El proceso de independencia no la hicieron solos, contaron con la participación de sectores incipientes de poder económico y político, militares, sacerdotes, agricultores, los operadores políticos. Y para consolidar su hegemonía construyeron e impusieron marcos de legalidad colonial. Se crearon leyes para redefinir el poder, sus pertenencias, tierra y mano obra gratuita, suena contradictorio, pero ellos mismos crearon, procedimientos legales para incumplir la ley. Se crearon leyes y políticas para justificar la injusta distribución de las tierras, jamás pensaron en elevar el nivel de vida de la población, el acceso a salud y a educación.  Y para mantener la acumulación se  aferraron a las jerarquías raciales y patriarcales.  El resultado de independencia blanca fue crear un país “subdesarrollado”, del “tercer mundo”, de pobres, analfabetos, de grandes desigualdades sociales, de injusticias, de corrupción y de impunidad.

El Estado colonial, los grupos de poder económico y político, con la participación de otros países han insertado una economía de muerte, de políticas y técnicas civilizadas para matar. Han utilizado mecanismos de violencia a través de la cosificación de los cuerpos mayas a través de un largo proceso de deshumanización. Y mediante el proceso de evangelización y de asimilación se ha buscado “matar al ser maya” que llevamos dentro. En esta línea es importante mencionar al gremio magisterial, siendo una mayoría maya, han sido fieles reproductores del pensamiento colonial.

No podemos reducir la independencia al conflicto ideológico entre las dos partes antagónicas, las opresiones estructurales y cotidianas permanecen, no ha habido cambios ni transformaciones en la vida de las personas y de los pueblos.

 

El criollismo y las instituciones represivas  

La invasión, la dominación colonial y las guerras se hicieron con el apoyo directo de una fuerza militar. Los invasores y los colonizadores, siempre fueron pocos hombres pero lograron sus objetivos a través de instituciones represivas y el sometimiento de los súbditos a través de mecanismos de obligación, engaño, pago, confrontación y traición. De esta manera se construyó un “sistema político de terror generalmente contra la población indígena (Pinto Soria, p. 6), y contra las personas y colectivos que han cuestionado y confrontado el sistema.

El estudio de Matilde Gonzáles revela la formación del Estado en el oriente, la creación de la milicia colonial y la participación de varios sectores sociales que asumieron ser intermediarios en el comercio, transporte y seguridad de las mercancías. Según la autora, el Camino Real fue la ruta estratégica en el tráfico de mercancías para los españoles, criollos y ladinos que se establecieron en los corregimientos, donde circulaba y continua circulando las mercancías entre los puertos en el Atlántico, la ciudad capital de Guatemala y/o las ciudades fronterizas de Honduras y el Salvador.  Además,  “Las élites nororientales asumieron ser intermediarios en las redes del comercio regional y se especializan como transportistas de mercancías” (González-Izas, 2014, p. 33)[5] La mercancía tenía su propia ruta y tipo de transporte, y las personas importantes viajaban en bestias de silla o en sillas de manos cargadas por indios de los pueblos situados en el trayecto. La implementación de cargadores indígenas chorti’ se estableció en esta época cuando se abrió la primera brecha del Camino Real. A pesar de la protesta de los indígenas por la explotación y los abusos, más la prohibición por parte de la Corona, estas no fueron acatadas por los comerciantes y contratistas.

Este comercio colonial dio lugar al contrabando y las transacciones fraudulentas entre los comerciantes de la región. El fraude y el contrabando a los márgenes del imperio español eran conocidos y aceptados durante el periodo colonial. La historia y magnitud del comercio ilegal no ha sido profundizado en la historia económica de país, para comprender a las fuerzas externas e internas en los controles: “no existía controles efectivos, los funcionarios de puertos y aduanas participaban de las regalías del comercio ilícito” En este período, existía el comercio legal e ilegal. Aquí inicia la historia del contrabando, la corrupción y el nacimiento de nuevos ricos que incluía a funcionarios y transportistas. Las familias y sus descendientes tuvieron la oportunidad de enriquecerse sin dificultad. Los comerciantes, transportistas y funcionarios quienes asumieron el papel de intermediarios con comerciantes extranjeros logran tener dinero y prestigio, muchos de ellos fueron beneficiados con tierra, cargos públicos y exoneración de impuestos. La autora afirma que el contrabando no tuvo tropiezos porque existía un sistema de comercio paralelo, sistema que era aceptado y extendido a través de los mismos circuitos del comercio legal. El “desarrollo” benefició a varios países europeos a través de una economía legal e ilegal, la implantación de la esclavitud, el régimen de servidumbre, la creación del indio como bestia de carga.

Los españoles y criollos para imponer su poder y control sobre las provincias contaron con un aparato represivo estatal para guardar la seguridad y el orden en la amplia jurisdicción del corregimiento, reprimir desórdenes y rebeliones indígenas, perseguir el contrabando y garantizar la paz colonial. El dominio y el control de los habitantes se sostuvo a través de un ejército de funcionarios civiles y militares, amparados con leyes.

De nuevo, la autora afirma que a mediados del siglo XVII, las milicias orientales ya operaban como un ejército al estilo feudal, integrado no sólo por encomenderos, sino por hacendados y comerciantes españoles, ladinos y pardos que prestaban “servicio militar en tiempo de necesidad” a cambio del servicio prestado, los oficiales de las milicias obtenían amplios márgenes de poder, concesiones de tierra, exoneración de impuestos, tributos y trabajo indígena en sus empresas privadas (González p. 50), por esta razón, quienes integraron y tuvieron acceso a las milicias obtuvieron ascenso económico y político.

La institución miliciana a través del “orden y seguridad” actuó con un grado de violencia mayor hacia la resistencia y  alzamientos de los pueblos indígenas. Con la creación y administración de esta institución militar de los blancos se profundizaron las desigualdades sociales y las jerarquías raciales. Ser cargador indígena, pagar tributos a los corregidores, y rebelarse ante la explotación y el trabajo forzado generó pobreza y muerte de los pueblos indígenas de oriente.

 

Gritos y cuerpos en rebeldía:   

Las rebeliones indígenas son una herencia ancestral. Ha sido una herramienta que ha permitido contrarrestar contra los abusos de los invasores, criollos, doctrineros, funcionarios y habilitadores ladinos. La práctica social de esta rebeldía manifiesta que el pueblo maya  no sólo ha sido víctima, sino hemos sido sujetos rebeldes frente a la dominación y el exterminio.  La servidumbre indígena existe pero no debe ser generalizada ni naturalizada. No hubo ni hay cabezas agachadas, ni manos cruzadas, en todo momento el pueblo maya encarnó y expresó su rebeldía, además, siempre han existido mentes, cuerpos y espíritus rebeldes en este territorio viviente.

Las sublevaciones, los cuestionamientos, las actitudes de desacato se han obtenido a través de las narraciones que socializan las y los ancestros, en la cotidianidad, en las reuniones colectivas. En el cantón Paquí, de Totonicapán narran actualmente la vida de Atanasio Tzul y Lucas Aguilar.

“Ambos encabezaron la rebelión en el reino de Totonicapán en 1820, el propósito era derrocar al alcalde mayor Manuel José Lara, a los cabildos y justicias. La causa principal de la rebelión fue oponerse al pago de los reales tributos. La petición fue dirigida a los funcionarios del gobierno español. La constitución del Rey español resolvió la abolición de los tributos. Esta noticia fue festejada por los Kiche’ y otros pueblos cercanos. El reinado de Atanasio Tzul duró únicamente 29 días porque las fuerzas militares y represivas comandadas por el teniente coronel Prudencio Cózar lo apresaron y condujeron a la cárcel militar de Quezaltenango donde fue torturado física y psicológicamente y luego asesinado” (Comisión investigadora del Cantón Paquí. Totonicapán), (Chirix, 2013, p. 136).

Las mujeres mayas hemos estado presentes en la historia de la rebeldía, no hemos sido víctimas pasivas de la dominación de clase, patriarcal y racial. En los documentos escritos por autoridades ladinas identifican la participación de las mujeres como la esposa de, muy pocas veces fueron identificadas con su nombre. Rescato en motines de indios, de Martínez Peláez lo siguiente:

“María Tipaz es esposa de Antonio Quix quien se abalanzó contra el alcalde mayor y cuestionó las mentiras del cura. El caso de Tecpán (1759) atacaron a pedradas a un contingente de 180 soldados. En la rebelión de Comalapa, las mujeres indígenas se negaron a que los hombres fueran puestos en las bestias y los llevaron a su comunidad. Micaela Pérez se interpuso para que su marido no fuera castigado. En 1774, una comalapense recibió condena de 25 azotes y dos meses de cárcel por colaborar directamente con el dirigente de la rebelión. En la insubordinación de Santa Catarina Ixtahuacán (1814), Francisca Ixcapta agitó al pueblo contra los justicias. Fue apresada y logró escapar de la cárcel”. (Chirix García, 2013, p. 138)

Matilde Gonzáles registra estos acontecimientos:

“La rebelión del pueblo q’eqchi’ de San Juan Chamelco y San Pedro Carchá en 1735, así como la rebelión del pueblo ch’orti’ de Chiquimula de la Sierra en 1741, ponen de manifiesto la amplitud de las tensiones existentes en el mundo colonial provinciano en un momento en que esta afinando los mecanismos de expoliación y dominación colonial” (González-Izas, p. 53)             

Siempre han existido cuerpos rebeldes, contamos con la fuerza de la vida, a pesar de la destrucción somos capaces de ver la luz,  tenemos el derecho de desafiar al Estado colonial y los colonizadores. Somos sujetos plenos en un territorio viviente. Para emanciparnos hay que demoler y deconstruir los saberes coloniales para apuntar hacia un horizonte emancipatorio. Existe una conexión vital con la madre naturaleza que nos da la vida, rostro, voces y movimiento (Mbembe, 34). Una gran ventaja es que sabemos nuestro origen, dónde estamos situados y tenemos una relación estrecha con la madre naturaleza y con el mundo. Hemos sobrevivido y no estamos aplastados.

A los colonizadores y sus descendientes ¿cómo nos pueden devolver la dignidad, nuestro espíritu asustado, las tierras e impuestos robados? ¿Cómo podemos confiar en el Estado colonial y en los gobiernos que persisten con políticas de muerte? ¿Dónde están las leyes y políticas públicas que dan bienestar? Sigue existiendo la codicia y el robo, la mayoría de gobiernos no presentan planes de gobierno, pero si toman tiempo para planificar el robo público. Y en el contexto de la pandemia, además del robo, la política ha sido de muerte[7]. Hasta el momento, (29 de septiembre de 2021), se registra 13,453 muertes por COVID-19[8]. El gobierno ha optado la estrategia de limosna porque la mayoría de vacunas ha sido donada, no hay subsidios, seguridad laboral, ni servicio de salud en áreas rurales, pero a cambio existió el derroche de recursos para la celebración del bicentenario. En relación a los contagios y la vacunación algunos medios de comunicación radial de la ciudad utilizan prejuicios raciales para buscar a los culpables del contagio de la enfermedad y se alejan de las raíces de los problemas en salud y su relación con la corrupción y la exclusión.

Las experiencias vividas, las memorias encarnadas afirma que: Conocimos y reconocemos al invasor, al colonialista, al blanco a través de las violaciones, del saqueo, de los genocidios, del tributo, de las enfermedades, de la miseria, de la muerte de las autoridades ancestrales y de los pueblos. Conocimos y reconocemos al amo o patrón  a través de la explotación, de la violencia, de la corrupción, conocimos el grito y el maltrato del capataz. Conocemos y reconocemos a las patronas, colonialistas – blancas a través de la servidumbre en las casas y espacios de trabajo. Conocemos a las instituciones, a ONGs que nos han obligado a realizar trabajo voluntario y ad honoren. También conocemos a mujeres feministas-colonialistas  que se niegan a pagar nuestro trabajo profesional (talleres y conferencias), hacer contrato por la publicación de nuestros libros, y de apropiarse de proyectos o recursos gestionados por mujeres mayas.

La dignidad se recupera cuando tomamos consciencia de la destrucción de las personas y de los pueblos destruidos, de los proyectos sofocados por la codicia, de la imposición de un poder y una patria colonial. 

La recuperación de nuestra dignidad conlleva cuestionar al pensamiento de occidente, a los países europeos, a Estados Unidos, a los criollos y ladinos con poder económico y político que han sido los responsables de la pobreza, de la dependencia con sus sistemas económicos  políticos y cultural colonial. Necesitamos reparar las secuelas de la esclavitud, del colonialismo, de la civilización, del racismo y de los genocidios. Necesitamos el tiempo para reparar las secuelas de las violaciones corporales y mentales, de la esclavitud, del trabajo forzoso, del colonialismo, de los procesos de asimilación y anulación de nuestras identidades, de la corrupción y de los genocidios.  Somos pueblos de luz, no nacimos en la oscuridad. Urge sentir la emancipación de nuestras mentes y cuerpos para retomar el camino o los caminos de la autonomía individual y colectiva de los pueblos.

Ya no queremos la patria de los criollos:

“Queremos la recuperación de lo arrancado, la presencia de lo que no existe, de lo que intentaron robar, de las vidas fugitivas, los cuerpos desterrados, los penachos, elekes y dioses secuestradxs, las ánimas perdidas, los frutos prohibidos, los manatíes y aves enjauladas, la sangre derramada, los cantos silenciados”, (Colectivo Ayllu, p. 10, 2018) no contamos con horas libres porque estamos condenados al trabajo. Queremos pensar y caminar libres.  K’o  qana’oj, k’o qaq’a, qaq’än, k’o quchuq’a, öj k’iy, estamos dispuestos a transformar  este territorio viviente.

 

Bibliografía:

  • De las Casas, B. (1997) Tratados. México: Fondo de Cultura Económica
  • Casaus Arzú, M. (1995) Guatemala: Linaje y racismo. Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-FLACSO.
  • Colectivo Ayllu. (2018).  Devuélvanos el oro. Cosmovisiones perversas y acciones aticoloniales. Madrid: Matadero, Centro de residencias artísticas.
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  • González-Izás, M. (2014) Territorio, actores armados y formación del Estado. Guatemala: Editorial Cara Parens, Universidad Rafael Landívar.
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Citas:

[1] Ver La Patria del Criollo de Severo Martínez Peláez, 1973.

[2] Severo Martínez Peláez, en la Patria del criollo, analiza el papel que jugó principalmente Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Fue miembro del Ayuntamiento de Guatemala, con puesto de regidor, terrateniente, aspiraba a ser el cronista del reino. No sólo fue descendiente de invasores sino fue un heredero de la colonización. A través de sus informes orientaba la política colonial pero en el relato dejaba claro su ascendencia y el dominio que habían obtenido como criollo. La familia de Fuentes y Guzmán y otras familias de invasores y primeros pobladores españoles se enriquecieron a través del saqueo de tierras, del trabajo forzoso de indios y los puestos de autoridad que ostentaron.

[3] La ciudad de Guatemala fue asentada en el territorio Poqomam

[4] Primero fueron los españoles, después los alemanes y actualmente los rusos

[5] El libro de Matilde González-Izas, Territorio, actores armados y formación del Estado, escribe con detalle y visibiliza los poderes, el comercio, para comprender actualmente la desigualdad impuesta en el oriente.

[6] Ver IDAEH, Piedra Santa, Memorial de Sololá. Anales de los cakchiqueles; Título de los Señores de Totonicapán, Editorial Piedra Santa, Guatemala, 1980.

[7] Los colonialistas con su pensamiento colonial han negado el financiamiento, la creación de leyes y políticas para dar vida a la población, no les ha interesado profundizar y promover los conocimientos ancestrales sobre medicina maya, salud preventiva y atención primaria de salud.

[8] Muertes por COVID, https://www.google.com/search?q=muertes+por+covid+en+guatemala&oq=muertes&aqs=chrome.2.69i57j0i67l3j0i67i433j0i67j0i512l4.11155j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8

 

Fotografía de portada por Juan Tiney “Lucha por la tierra, comunidades del pueblo Q’eqchi’”

Resaltado de texto por Divergencia Colectiva

 

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