Cuerpo: Colonialismo y Proyecto Civilizatorio. Mujer Indígena en un Internado Católico en Guatemala / Una entrevista con Emma Chirix

«En un internado hay una política de la blancura hacia el cuerpo indígena, el cuerpo de color» Emma Chirix

 

Primer proyecto audiovisual en coproducción con Azacuán (Texto Audiovisual) del espacio Conocimientos de nuestra plataforma.

Desde Guatemala y a través de nuestra compañera Karina Sic, realizamos una video entrevista a Emma Chirix, mujer maya kaqchikel originaria de San Juan Comalapa, defensora de los Derechos de Mujeres Indígenas y Pueblos Indígenas, académica, con diversas publicaciones y participaciones locales e internacionales y en esta ocasión la visitamos para hablar de Colonialismo, sus formas, sus efectos, su vigencia y cómo éste atraviesa el cuerpo, en este caso particular el de las mujeres indígenas en Guatemala, partiendo de su experiencia personal en un internado católico.

Emma a través de este diálogo intergeneracional, comparte sus reflexiones sentidas sobre las políticas coloniales y evangelizadoras atravesadas en su cuerpo, cómo el internado católico no es un proceso aislado a la estructura nacional y global, como las instituciones hegemónicas reproducen estas políticas, como nuestros cuerpos las asimilan y sobre todo qué podemos hacer las diversas juventudes para enfrentarnos a este flagelo.

Anotaciones al proceso, por Karina Sic:

 

Un diálogo que parte desde las sensibilidades, la horizontalidad e intergeneracionalidad, que trasgrede las formas en que tradicionalmente se ha debatido el racismo, porque dejamos de ser objetos de estudio a ser sujetas de nuestras propias historias, a denunciar con voz propia las violencias racistas y machistas que han golpeado nuestros cuerpos.

Este acercamiento con Emma Chirix logra visibilizar una microestructura racista, como lo fue el espacio del internado católico, y así mismo, evidenciar su vigencia y vinculación con la superestructura a nivel social, político y económico.

El colonialismo en la actualidad sigue determinando las formas en que nos relacionamos, es decir, qué cuerpos a partir de sus privilegios tienen el poder y pueden ejercer violencia sobre otros cuerpos. La microestructura del internado no es, ni era, ajena a los procesos históricos del país, es más, fue un producto de los mecanismos de control del Estado guatemalteco sobre los cuerpos de niñas y mujeres jóvenes mayas.

Esta entrevista giró en torno a las violencias que retrata Emma en su libro “Cuerpos y poderes y políticas: Mujeres mayas en un internado católico” y según mi persona, la importancia de dicho libro fue dar voz a los silencios de jóvenes mayas en relación a esa experiencia, quienes en su mayoría egresamos con actitud de “gratitud” hacia el internado, sus acciones y prácticas, sin ningún cuestionamiento a las violencias que vivimos. El racismo a veces puede ser tan sutil (lo cual no implica que sea menos violento), que puede ser difícil identificarlo y por ende denunciarlo, solo lo sentíamos, pero no lo nombrábamos o no sabíamos cómo.

El colonialismo a través del racismo y el patriarcado, ejecutado por la religión, fueron la simbiosis perfecta en este microespacio de control corporal. Y si bien, nunca nos nombraron a través del adjetivo “india”, como regularmente se manifiesta el racismo verbal hacia nosotras las mujeres, si hubo mecanismos que reafirmaban los prejuicios racistas hacia los pueblos mayas, entre los cuales resaltan la supuesta haraganería o suciedad atribuida a nuestros cuerpos.

Esta experiencia compartida con Emma Chirix y el análisis crítico de las estructuras coloniales y patriarcales, aporta a los debates sobre el racismo y machismo como formas de violencia colectiva hacia los cuerpos de las mujeres indígenas, el cual, cobra relevancia en el contexto actual donde las poblaciones mayas continúan siendo objeto de estas formas de violencia.

Esto es evidente en un Estado como el guatemalteco, el cual sigue siendo altamente racista, perpetuando y reproduciendo a través de sus instituciones, el empobrecimiento de las comunidades indígenas. Esto, a través de políticas de hambre, donde los servicios básicos como salud, educación y vivienda son inexistentes y cuando llegan, se ejecutan a través de parámetros de blanqueamiento hacia los cuerpos indígenas, inferiorizando los saberes ancestrales y las dinámicas comunitarias.

También, en un sistema económico de muerte, que mantiene una política de apropiación y despojo a los territorios donde se encuentran las comunidades indígenas, sobreponiendo el capital a la vida y donde es “común” la criminalización, persecución y el asesinato de líderes y lideresas indígenas, defensoras del territorio. Esto en razón de su condición de cuerpos inferiorizados y subhumanizados, sin valor en este Estado colonial y racista.

Por ello, hablar de colonialismo es vigente e importante, porque dicho sistema sigue regulando nuestras vidas, determinando quiénes tienen más posibilidades de vivir y quiénes por el hecho de nacer y ser indígenas, sus posibilidades y oportunidades de vida son escasas.

Y si bien, el espacio del internado fue violento, donde pasamos hambre, poco acceso médico, limitados recursos educativos, donde fuimos objeto de folklorización para atraer recursos de los “bienhechores”, donde muchas se sintieron aprisionadas porque las enviaron a ese lugar como un castigo por su “mal comportamiento”, quiero rescatar los momentos de alegría, nuestros arranques de rebeldía, nuestras complicidades, cuando nos hermanamos al sentirnos tristes, porque no perdimos el sentido de comunidad y en lo personal, porque me hizo ver las injusticias sociales y fortaleció mi inquietud de no estar conforme ante las opresiones sistemáticas.

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